Cruces, cirios y velas, estandartes bordados, sayas, coronas de espinas, tres clavos, palmas, olivos, túnicas y capas, cíngulos y capirotes rojos, verdes, negros, morados…, todos los colores de la gama cromática de la vida .
Flores, muchas flores, en jarras de plata repletas de corazones atravesados de espadas: primavera doliente.
Olores, incienso y azucena, azahar y cera…, todo el perfume antiguo del oriente, fragancia remota, memoria de la humanidad perfumada.
Silencios, tambores, trompetas, cornetas y trombones. Roquetes de monaguillo con puntillas de bolillo, miriñaques del pasado en primores del presente, entretejiendo el futuro.
Escudos episcopales con su añeja jerarquía, para los libros de reglas en plata, con brillo de solera.
Doce varales para el palio de Nuestra Señora del Rosario como doce discípulos.
Sudor de trabajadera de costalero sufrido y saeta traspasada en lamento lastimero.
¿Para qué hacen falta las palabras si los símbolos son tan elocuentes?.
Israel J. Salas Reche.
Bonita entrada amigo. Éstas de poeta y de sentiemientos son las que más le gustan al corazón. Por unos momentos, pensé estar el Jueves Santo por la tarde en la puerta de San Agustín.
ResponderEliminarPues ya sabes amigo, que no te tenga que poner falta este año eh? que luego me tienes que pasar las fotos que hagas jajajaja
ResponderEliminarUn abrato amigo ¡¡